miércoles, 12 de mayo de 2010

Capítulo Cuarto: Final

Cuatro de la mañana…

Acá estoy… temblando y empapado, casi ciego y roto, sobretodo roto. No quiero escaparme más… tengo que poder mirarte. Mirame a los ojos, ¡mirame! ¡No te estoy preguntando! Me seguiste todo el camino, hablándome dos, tres palabras… son las cuatro de la mañana. Quiero creer que ahora querés hablar, que ahora me vas a responder… porque sabés bien por qué estoy acá.
Estoy acá porque vengo a matarte.
Sos tan hermosa… tan divina, pero estoy harto. Caminé bajo la lluvia, me raspé, lastimé, vi todo lo que no quería ver pero tenía que ver. Y estoy eligiendo una salida.


Estoy acá porque vengo a matarte.

Sí… lo repito, y lo repito porque no quiero. Me duele, odio hacerlo, odio cada segundo que pasa, odio cada milímetro de distancia entre vos y yo, odio cada respiro que doy para decirlo y cada impulso cerebral que uso para pensarlo.

Estoy acá porque vengo a matarte.

Ya sé que me diste mucho, no hables por favor. Me duelen los ojos de tanto llorar y no quiero que me duelan los oídos por escuchar la verdad. El corazón ya no puede dolerme, ya no puede sentir más dolor desde que se murió Diosa. Sí, se murió, bien muerta… y…

Ella no saltó de su ventana. Yo la empujé. No soportaba la luz que emitía, no soportaba sus falsas sonrisas, sus palabras vacías, no la soportaba. Y la empujé… y me dí cuenta de lo que hice, ¡me dí cuenta! Bajé y le dije… “la que se va sos vos. Lo que queda… es mi vacío” y eso es lo que quedó.

Te amo. Te amo y estoy acá para matarte.

Me dí cuenta de eso… que al final te amo, no te puedo sacar de mí tan simplemente y con solo decirte “andate” porque no entendés, siempre volvés… siempre, y es insoportable verte siempre ahí mirándome como me mirás ahora, ¡ni cuando te pido que me mires cambiás esa mirada! Es terrible, me hiela los huesos y me hace mirar al piso. Basta, por favor basta… dejame tranquilo, dame el placer de poder volarte la cabeza en paz, ¡al menos eso dame! ¿Qué tengo que hacer para que me entiendas? ¿Qué tengo que hacer…? ¿No entendés que no puedo matarte si me mirás así… tan llena de amor? Basta... te lo ruego, podría arrodillarme si me lo pidieras. Es una tortura, un martirio… sostener el arma ya me pesa el triple, y si me mirás así es peor… mucho peor.

Siento el vacío como una parte mía, como algo que irónicamente me está llenando, y prefiero acelerar el proceso, ¿entendés? Me hacés las cosas muy complicadas, me estás haciendo vacilar demasiado.

Estoy acá porque vengo a matarte… ¿por qué te lo anuncio si quiero hacerlo? ¿Por qué te digo lo que va a pasar, te estoy dando la chance de correr, de escapar? ¿Será eso? Tantas preguntas, tantas cosas vacías para decir. Tanto miedo… tanta vergüenza. Estoy vacío porque estoy lleno de eso, de miedo, de vergüenza. Y por eso tengo que matarte… porque me llené de esas dos cosas y sobretodo de odio.

Soy el Viajero de la Noche y quiero que se haga de día, pero parece que la noche no se termina más.

Siguen siendo las cuatro de la mañana… ¿Qué pasa? ¡No avanza el reloj! Parece que el segundo entre la vida y la muerte significa muchísimo, y muchísimo más cuando se mata a lo que se ama con toda su alma, y yo te amo demasiado, es una locura, un delirio y no puedo soportarlo más. Soy el Viajero de la Noche y vengo a terminar con la noche. Voy a hacer que amanezca a las cuatro de la mañana. Tiene que amanecer… tiene que amanecer… tiene que amanecer…

Tengo que hacerlo. Ya sufrí lo suficiente, pero prefiero sufrir solo. No quiero lastimarte con esta carga, con esta vergüenza, con este miedo… no quiero que sigas con esas imágenes, con la caída de Diosa, con el callejón oscuro, con el viejo, el joven y el maduro, con la lluvia, los raspones, las uñas rotas, los dedos mordidos. No quiero que te quedes con eso. Quiero que me odies, que me odies con todo lo que tenés, y sé que podés hacerlo, mejor que nadie sabés de lo que te hablo… vos mejor que nadie podés odiarme…

Es ridículo lo que te pido, pero más ridículo sería no hacerlo, no puedo matarte si me mirás así. Necesito que me odies, que me insultes, que escupas al piso cuando escuches mi nombre y que rompas todo lo que tenga que ver conmigo, necesito que me mires con asco y desprecio, nunca desde abajo, sino desde arriba como desde una torre gigante, necesito ese despojo, esa crueldad, sentir una puñalada cuando te doy la espalda y sentir clavos en los ojos al mirarte… si lo único que va a quedar es vacío… llenémoslo, ¡llenémoslo de odio, sólo para generar más vacío! Porque sí, mejor que nadie lo sabés, el odio llena para crear vacío nada más… el odio es lo único que te llena para dejarte vacío.

Entiendo que no tiene por qué ser así… entiendo que es terrible… entiendo todo. Pero quiero correr, quiero ser un cobarde, no aguanto más, ¿me entendés? ¡No aguanto más! ¡Odiame, hacémelo más fácil! ¡Vos sabés más que yo sobre el odio!

Por algo te llamás Sensibilidad, ¿no?

Vos sos la que se va. Lo único que queda es mi vacío.