Empezó a llover. No entendía nada de lo que pasaba esa noche... no entendía. Diosa había muerto, no iba a volver... la había tenido en mis brazos y se había ido para siempre. Lo único que tenía en ese momento eran las gotas de la lluvia que golpeaban mi nuca, la vista al piso... las manos en los bolsillos. Y seguía haciendo calor.
Dos de la mañana, y era temprano para mi...
Yo te sentía siguiéndome... pero no podía pedirte que te fueras, ya te había dicho que necesitaba estar solo, caminar solo. Pero no entendés cuando te hablo así... no entendés que me tenés que dejar, que te tenés que ir. No iba a decirte que no me siguieras tampoco... estabas en tu derecho y no me decías nada.
Llovía a cántaros y tomé la Primera Calle, la que estaba justo frente a mí, la que vi primero. Sólo pensaba en Diosa y en la vida sin ella, la vida sin su belleza, sin su tacto... de sentir todo su cuerpo contra el mío a no sentir nada hay un tiempo corto, apenas un segundo, una centésima de segundo.
La Primera Calle tiene ciertas características a tomar en cuenta. Es estrecha y oscura, pero es limpia y recta, no tiene diagonales que la compliquen, ni curvas desagradables y peligrosas. Es una calle en bajada, cosa que hace simple el ir por ella, pero difícil volver. Volver de la Primera Calle consta de un camino empinado y complicado, hace doler las piernas, más que nada en la zona de los muslos y las rodillas... insoportable.
¿Por qué alguien querría volver de la Primera Calle? Un camino tan cómodo, tan fácil... cuesta abajo. Yo no tenía a Diosa, y no quería más que caminar tranquilo, entonces empecé a bajar por la Primera Calle. Bajar... bajar... bajar. La noche era más oscura, la lluvia era más fuerte.
Llegué al final de la calle y ahí vi... no había salida. Estaba empapado por la lluvia y mis lágrimas, y había llegado al final de la Primera Calle y lo vi... el final del camino. Una gran pared negra que se elevaba enormemente frente a mí, una calle cerrada... los departamentos que me rodeaban tenían las puertas cerradas herméticamente, ni una luz, nada de vida... nada.
Debía salir de allí... pero no podía. Mis piernas estaban relajadas por el camino cuesta abajo, y subir era muy difícil. Me arrodillé y grité por Diosa, grité por ella una y otra vez, arrancándome pedazos de piel con las uñas, y mordiendo mis dedos una y otra vez. La lluvia se hacía más fuerte mientras el agua se mezclaba con mi sangre y mis lágrimas...
Ahí te vi. Estabas mirándome con esa piedad... esa pena con la que solés mirarme... ¿qué podía hacer yo? Me levanté... y empecé a caminar cuesta arriba. Aún quería estar solo, pero te agradecía por dentro mientras caminaba... me dolían las piernas, las rodillas... las manos. Los ojos. Todo...
Aún recordaba a Diosa, no podía sacar su imagen de mi mente. Pero debía salir de allí, tenía que hacerlo.
Tres de la mañana... sigue siendo temprano...
jueves, 27 de agosto de 2009
jueves, 20 de agosto de 2009
Primer Capítulo: Camino
Todo era confuso para mí. Todo lo era... no entendía mucho de lo que pasaba realmente. Empecé mi caminata como si fuera un calvario, una marcha hacia el frente... hasta podía imaginar una línea de enemigos frente a mí, espadas al viento y gritos ensordecedores que clamaban por mi sangre.
Empecé a caminar tranquilo, en medio del calor que me rodeaba. Las calles se hacían estrechas a mis lados, y como yo sentía que las paredes se unían, empecé a caminar en el medio de la calle.
Dos de la mañana.
Todo tranquilo en el horizonte... todo estaba igual que siempre. Pareciera que un pintor tomara la calle, la hiciera un cuadro y cada tanto fuera y la pusiera allí mismo... increíble. Parece imposible, pero es real... las calles, salvo cambios ocasionales... siempre son iguales. Lo único que cambia es la manera de caminarlas.
Dos de la mañana.
Todo tranquilo en el horizonte... yo seguía en lo mío, alejándome de vos... tratando de no atormentarte conmigo otra vez. Era imposible para mi, ¿entendés?... No podía soportar mirarte esa noche... incluso esta noche hago un esfuerzo gigante por no mirarte. Me cuesta horrores no mirarte, no hablarte... me cuesta demasiado... ¡demasiado! Pero en ese momento tenía que seguir... tenía que hacerlo. La noche apremiaba y era el momento de decidirme.
Había pasado un día maldito, como todos los días malditos. La había visto a ella... a ella... esa que te conté. Nunca te agradó saber de ella, nunca te gustó que te hablara de ella... pero cómo no hacerlo, ¿no? Incluso sabiendo lo que tenías para decirme, y no me gustaba.
Nunca nos gusta cuando nos dicen la verdad. Siempre la pedimos, pero cuando llega...
En fin... la había visto a ella, a Diosa. Diosa... incluso ahora algo se me mueve por dentro al recordar tanta belleza junta... tanto deseo... tanta crueldad... tanto había para ver, que mis ojos no sabían de nada que no estuviera en Diosa, todo lo que estaba fuera de Diosa no servía, no estaba ahí...
Cuando vemos demasiado, nos volvemos ciegos.
Había hablado con Diosa ese día, un diálogo que me trajo acá con vos. Fue algo extraño, algo repentino... no entendía. Ahora entiendo, y esa noche, en la que empecé a caminar, también entendía.
- Tengo que hablar con vos, Viajero - me dijo, mientras se acomodaba la ropa. Todo lo hacía con tanta gracia, tanta... falta de importancia.
-¿Por qué ese silencio? - siguió - Nunca tenés nada para decir... parece mentira. Estoy harta de los monólogos. Dejame que te diga una cosa... esto así no funciona. Hay que ser prácticos en esta vida Viajero, y no puedo seguir así con vos. Es difícil para mí, ¿entendés? Ser Diosa no es un trámite... la gente espera algo de una, y yo se lo tengo que dar. No te pongas triste pichón... la vida es así, hay cosas que se van y cosas que se quedan.-
Yo la miré, impávido... y ella me miró como si esperara una respuesta positiva, un asentimiento sin rebeldía. Había en ella algo distinto... una belleza trágica la rodeaba, una mirada vacía y a su vez cargada de algo que yo no podía comprender.
-La que se va... sos vos... lo que se queda... es mi vacío - le dije. Y me fui.
La que se fue... fue ella. Lo que se quedó... fue mi vacío. Pero ahí estabas vos para llenarlo, y me fui a encontrar con vos para hablarte. Para hablarte de cómo Diosa me había cegado con su belleza, pero al final me había dejado sin nada, como quien tira un paquete al basurero. Cómo fui engañado al dejar a mis ojos hacer el trabajo de mi cerebro... sí.
Diosa no estaba más en mi vida.
Dos de la mañana. Dos horas antes, Diosa me habia echado de su vida, y se había expulsado de la mía. Era difícil para mí asimilarlo... no podía. Había empezado a caminar con la certeza de su ida... con noticias que caían en mi cabeza como granizo.
Una de la mañana... el grito. El grito que me hizo acudir a vos. Había caminado sin rumbo por una hora, hasta que me decidí volver a la casa de Diosa. No podía irme así... no podía no luchar. Era Diosa... era... mía. Debía volver a verla una vez más... a decirle que...
A decirle nada.
Una de la mañana... llegué a la casa de Diosa a la una de la mañana. El grito casi me rompió los oídos... pero rompió completamente mi corazón. La vi al lado de su ventana un segundo, como siempre... ella solía asomarse para sentir el fresco viento en su rostro inmaculado.
Fue lento... para mí.
Su grito.
Su salto.
Su caída.
Una de la mañana... me acerqué a ella y lloré como nunca, arrodillado a su lado. Ella me miró... se rehusaba a irse.
-¿Por qué volviste...? ¡No... no te quiero acá...! - me dijo.
-La que se va... sos vos... lo que se queda... es mi vacío - le dije. Y me fui.
Esta vez si me fui... corriendo. Fui y te encontré a vos... ahí, en la costa. Y te conté todo... siempre lo hice. Siemrpe te conté todo y no podía romper el ritual... pero me quebré. Necesitaba caminar. Y constante... comprendí que debía aprender mucho. Aprender... continuar.
Continuar en un mundo donde Diosa... había muerto.
Dos de la mañana... y era temprano para mí.
Empecé a caminar tranquilo, en medio del calor que me rodeaba. Las calles se hacían estrechas a mis lados, y como yo sentía que las paredes se unían, empecé a caminar en el medio de la calle.
Dos de la mañana.
Todo tranquilo en el horizonte... todo estaba igual que siempre. Pareciera que un pintor tomara la calle, la hiciera un cuadro y cada tanto fuera y la pusiera allí mismo... increíble. Parece imposible, pero es real... las calles, salvo cambios ocasionales... siempre son iguales. Lo único que cambia es la manera de caminarlas.
Dos de la mañana.
Todo tranquilo en el horizonte... yo seguía en lo mío, alejándome de vos... tratando de no atormentarte conmigo otra vez. Era imposible para mi, ¿entendés?... No podía soportar mirarte esa noche... incluso esta noche hago un esfuerzo gigante por no mirarte. Me cuesta horrores no mirarte, no hablarte... me cuesta demasiado... ¡demasiado! Pero en ese momento tenía que seguir... tenía que hacerlo. La noche apremiaba y era el momento de decidirme.
Había pasado un día maldito, como todos los días malditos. La había visto a ella... a ella... esa que te conté. Nunca te agradó saber de ella, nunca te gustó que te hablara de ella... pero cómo no hacerlo, ¿no? Incluso sabiendo lo que tenías para decirme, y no me gustaba.
Nunca nos gusta cuando nos dicen la verdad. Siempre la pedimos, pero cuando llega...
En fin... la había visto a ella, a Diosa. Diosa... incluso ahora algo se me mueve por dentro al recordar tanta belleza junta... tanto deseo... tanta crueldad... tanto había para ver, que mis ojos no sabían de nada que no estuviera en Diosa, todo lo que estaba fuera de Diosa no servía, no estaba ahí...
Cuando vemos demasiado, nos volvemos ciegos.
Había hablado con Diosa ese día, un diálogo que me trajo acá con vos. Fue algo extraño, algo repentino... no entendía. Ahora entiendo, y esa noche, en la que empecé a caminar, también entendía.
- Tengo que hablar con vos, Viajero - me dijo, mientras se acomodaba la ropa. Todo lo hacía con tanta gracia, tanta... falta de importancia.
-¿Por qué ese silencio? - siguió - Nunca tenés nada para decir... parece mentira. Estoy harta de los monólogos. Dejame que te diga una cosa... esto así no funciona. Hay que ser prácticos en esta vida Viajero, y no puedo seguir así con vos. Es difícil para mí, ¿entendés? Ser Diosa no es un trámite... la gente espera algo de una, y yo se lo tengo que dar. No te pongas triste pichón... la vida es así, hay cosas que se van y cosas que se quedan.-
Yo la miré, impávido... y ella me miró como si esperara una respuesta positiva, un asentimiento sin rebeldía. Había en ella algo distinto... una belleza trágica la rodeaba, una mirada vacía y a su vez cargada de algo que yo no podía comprender.
-La que se va... sos vos... lo que se queda... es mi vacío - le dije. Y me fui.
La que se fue... fue ella. Lo que se quedó... fue mi vacío. Pero ahí estabas vos para llenarlo, y me fui a encontrar con vos para hablarte. Para hablarte de cómo Diosa me había cegado con su belleza, pero al final me había dejado sin nada, como quien tira un paquete al basurero. Cómo fui engañado al dejar a mis ojos hacer el trabajo de mi cerebro... sí.
Diosa no estaba más en mi vida.
Dos de la mañana. Dos horas antes, Diosa me habia echado de su vida, y se había expulsado de la mía. Era difícil para mí asimilarlo... no podía. Había empezado a caminar con la certeza de su ida... con noticias que caían en mi cabeza como granizo.
Una de la mañana... el grito. El grito que me hizo acudir a vos. Había caminado sin rumbo por una hora, hasta que me decidí volver a la casa de Diosa. No podía irme así... no podía no luchar. Era Diosa... era... mía. Debía volver a verla una vez más... a decirle que...
A decirle nada.
Una de la mañana... llegué a la casa de Diosa a la una de la mañana. El grito casi me rompió los oídos... pero rompió completamente mi corazón. La vi al lado de su ventana un segundo, como siempre... ella solía asomarse para sentir el fresco viento en su rostro inmaculado.
Fue lento... para mí.
Su grito.
Su salto.
Su caída.
Una de la mañana... me acerqué a ella y lloré como nunca, arrodillado a su lado. Ella me miró... se rehusaba a irse.
-¿Por qué volviste...? ¡No... no te quiero acá...! - me dijo.
-La que se va... sos vos... lo que se queda... es mi vacío - le dije. Y me fui.
Esta vez si me fui... corriendo. Fui y te encontré a vos... ahí, en la costa. Y te conté todo... siempre lo hice. Siemrpe te conté todo y no podía romper el ritual... pero me quebré. Necesitaba caminar. Y constante... comprendí que debía aprender mucho. Aprender... continuar.
Continuar en un mundo donde Diosa... había muerto.
Dos de la mañana... y era temprano para mí.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Prólogo
Todo empezó una noche como cualquier otra... una noche tranquila, de verano.
Yo estaba acá mismo... donde me ves. Acá, justo acá... hacía un calor bárbaro. Casi ni había viento esa noche de verano, no había nada, y mis ojos que se encontraban con vos, casi un ritual de seducción... pero nada más. No había nada más, y vos estabas acá mismo, ¿te acordás? ¿Sí? ¡Qué buena memoria que tenés...! Me hacés tan feliz...
Estaba sentado mirándote , sin poder dormir, sin poder pensar... sólo vos frente a mi. Era el comienzo, yo sabía que era el comienzo... porque no había nada más entre vos y yo, sólo lo que yo pensaba que tenía pero se había ido hacía un momento. El amor...
¿El amor? ¡¿El amor?! ¡Recuerdo claramente... que cuando pensé en esa chance empecé a reir como un loco! ¡Como un desquiciado! Y me di cuenta que aunque estuvieras vos... aunque estuvieras vos estaba balbuceando... como quien balbucea cosas ante un espejo. Discursos, cosas premeditadas... cosas que vas a decir, cómo las vas a decir... cosas seguramente preciosas. Cosas que van a dejar marcas en la gente. Cosas que al final... se quedan en el espejo.
Me paré, miré a mis lados y te eché un vistazo largo.
-Hoy empiezo... hoy es la noche y no hay nada que pueda detenerme en este momento... es hora de caminar- te dije.
A caminar... hacia lados que no conozco. Lados que nunca vi, cosas que nunca conocí.
Quién podía saberlo... ¿no? Sólo un hombre buscando respuestas, rondando...
Respuestas a preguntas que se hizo él para él... y un poco para vos. Vos te merecés que te tenga en cuenta... si siempre que te necesité estuviste ahí... lista para recibirme en tus brazos. Pero no podía verte más esa noche, no podía, debía buscar... y no podía dejar que vinieras. Sentí que te estaba engañando con otra, pero no... no...
Sólo empecé a caminar sin rumbo... y así empezó todo... en esa tranquila y calurosa noche de verano.
Yo estaba acá mismo... donde me ves. Acá, justo acá... hacía un calor bárbaro. Casi ni había viento esa noche de verano, no había nada, y mis ojos que se encontraban con vos, casi un ritual de seducción... pero nada más. No había nada más, y vos estabas acá mismo, ¿te acordás? ¿Sí? ¡Qué buena memoria que tenés...! Me hacés tan feliz...
Estaba sentado mirándote , sin poder dormir, sin poder pensar... sólo vos frente a mi. Era el comienzo, yo sabía que era el comienzo... porque no había nada más entre vos y yo, sólo lo que yo pensaba que tenía pero se había ido hacía un momento. El amor...
¿El amor? ¡¿El amor?! ¡Recuerdo claramente... que cuando pensé en esa chance empecé a reir como un loco! ¡Como un desquiciado! Y me di cuenta que aunque estuvieras vos... aunque estuvieras vos estaba balbuceando... como quien balbucea cosas ante un espejo. Discursos, cosas premeditadas... cosas que vas a decir, cómo las vas a decir... cosas seguramente preciosas. Cosas que van a dejar marcas en la gente. Cosas que al final... se quedan en el espejo.
Me paré, miré a mis lados y te eché un vistazo largo.
-Hoy empiezo... hoy es la noche y no hay nada que pueda detenerme en este momento... es hora de caminar- te dije.
A caminar... hacia lados que no conozco. Lados que nunca vi, cosas que nunca conocí.
Quién podía saberlo... ¿no? Sólo un hombre buscando respuestas, rondando...
Respuestas a preguntas que se hizo él para él... y un poco para vos. Vos te merecés que te tenga en cuenta... si siempre que te necesité estuviste ahí... lista para recibirme en tus brazos. Pero no podía verte más esa noche, no podía, debía buscar... y no podía dejar que vinieras. Sentí que te estaba engañando con otra, pero no... no...
Sólo empecé a caminar sin rumbo... y así empezó todo... en esa tranquila y calurosa noche de verano.
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