jueves, 27 de agosto de 2009

Capítulo 2: Primera Calle

Empezó a llover. No entendía nada de lo que pasaba esa noche... no entendía. Diosa había muerto, no iba a volver... la había tenido en mis brazos y se había ido para siempre. Lo único que tenía en ese momento eran las gotas de la lluvia que golpeaban mi nuca, la vista al piso... las manos en los bolsillos. Y seguía haciendo calor.

Dos de la mañana, y era temprano para mi...

Yo te sentía siguiéndome... pero no podía pedirte que te fueras, ya te había dicho que necesitaba estar solo, caminar solo. Pero no entendés cuando te hablo así... no entendés que me tenés que dejar, que te tenés que ir. No iba a decirte que no me siguieras tampoco... estabas en tu derecho y no me decías nada.

Llovía a cántaros y tomé la Primera Calle, la que estaba justo frente a mí, la que vi primero. Sólo pensaba en Diosa y en la vida sin ella, la vida sin su belleza, sin su tacto... de sentir todo su cuerpo contra el mío a no sentir nada hay un tiempo corto, apenas un segundo, una centésima de segundo.

La Primera Calle tiene ciertas características a tomar en cuenta. Es estrecha y oscura, pero es limpia y recta, no tiene diagonales que la compliquen, ni curvas desagradables y peligrosas. Es una calle en bajada, cosa que hace simple el ir por ella, pero difícil volver. Volver de la Primera Calle consta de un camino empinado y complicado, hace doler las piernas, más que nada en la zona de los muslos y las rodillas... insoportable.

¿Por qué alguien querría volver de la Primera Calle? Un camino tan cómodo, tan fácil... cuesta abajo. Yo no tenía a Diosa, y no quería más que caminar tranquilo, entonces empecé a bajar por la Primera Calle. Bajar... bajar... bajar. La noche era más oscura, la lluvia era más fuerte.

Llegué al final de la calle y ahí vi... no había salida. Estaba empapado por la lluvia y mis lágrimas, y había llegado al final de la Primera Calle y lo vi... el final del camino. Una gran pared negra que se elevaba enormemente frente a mí, una calle cerrada... los departamentos que me rodeaban tenían las puertas cerradas herméticamente, ni una luz, nada de vida... nada.

Debía salir de allí... pero no podía. Mis piernas estaban relajadas por el camino cuesta abajo, y subir era muy difícil. Me arrodillé y grité por Diosa, grité por ella una y otra vez, arrancándome pedazos de piel con las uñas, y mordiendo mis dedos una y otra vez. La lluvia se hacía más fuerte mientras el agua se mezclaba con mi sangre y mis lágrimas...

Ahí te vi. Estabas mirándome con esa piedad... esa pena con la que solés mirarme... ¿qué podía hacer yo? Me levanté... y empecé a caminar cuesta arriba. Aún quería estar solo, pero te agradecía por dentro mientras caminaba... me dolían las piernas, las rodillas... las manos. Los ojos. Todo...

Aún recordaba a Diosa, no podía sacar su imagen de mi mente. Pero debía salir de allí, tenía que hacerlo.

Tres de la mañana... sigue siendo temprano...

1 comentario:

  1. Hola Agus!! Acá Ashe reportándose :P
    Ya me puse a seguir tu blog pero todavía la verdad que no leí nada xD.
    Cuando me agarre el ataque seguro me leo todas las entradas de una :P

    Besos!

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